En muchas ocasiones Margalló había escuchado de su abuelo como en las épocas que hacía calor, éste navegaba percheando a través de los canales de la Albufera, hasta llegar a la Gola del Perelló.
Coincidiendo con la mar en calma, las golas quedaban abiertas y las barcas podían entrar y salir del lago. Allí intercambiaba pescado por frutas y verduras de los agricultores de la restinga, que se acercaban con sus tartanas al canal que unía el mar y la Albufera.
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