1995, aquellos maravillosos años

Un blog siempre tiene algo de autobiográfico y este no podía ser menos.

Narraré en breves líneas lo que fueron los inicios de entrar al mar. Ahora bien, al hacer el ejercicio mental de recordar estos momentos, uno no queda exento de la nostalgia que impregnan los recuerdos, y se ha de reconocer que lo de coger una tabla, corcho o lo que sea para coger una ola requiere de un caldo de cultivo en el que se va generando una inquietud por jugar dentro del mar.   

En los eternos veranos de los 90, en los que el calendario simplemente no existía y el tiempo se medía por los ciclos del sol, fuimos descubriendo las posibilidades de disfrutar del océano mediterráneo. Al fin y al cabo, era el gran espacio que teníamos cerca para pasar el tiempo, así que no había otra que aprovechar aquello que nos era cercano.

El windsurfer de 4 metros de Alex fue uno de los primeros artilugios flotantes que teniamos a mano (todavía lo conservamos). Muchas mañanas, el "calamar", con una llave colgada al cuello por un cordón de zapatos, agarraba un remo y cogía olas haciendo lo que entonces y todavía llamamos "hacer el mohicano". Esto vendría a ser algo así como un paddle surf en el que se remaba la ola sentado y al cogerla uno se levantaba (así me saqué el hombro años más tarde,

pero esto es otra historia).

En ese caldo de cultivo, otro elemento en el paisaje marenyero, fueron los patines catalanes. Años atrás, Eugenio Mongé promotor de los edificios del frente marítimo del Mareny (a ojos de una persona del siglo XXI, una barbaridad urbanistica), había traido una embarcación sin timón denominada patín de vela catalán. Muchas familias habían adquirido uno,

y el que más o el que menos había subido en uno de ellos.

Podríamos decir que había algo así como una cultura del mar, en la que los winfirsun, los remos, el buceo, los patines de vela o el meterse en el mar con cualquier artilugio formaban parte de una cotidianidad. Una rutina para llenar el tiempo eterno de ocio del que disponíamos.

En aquellos meses se perdía la noción del día de la semana en el que te encontrabas.

En ese momento corría el verano de 1995, y unos amigos que habían llegado al mareny de barraquetes traían un bodyboard azul sin slick, desde Florida de la marca boogie. Este corcho, del que más adelante mostraré imágenes fue la mecha que prendió la llama. Salva, un tipo reservado, que trabajaba de socorrista, nos hablaba de las olas que en invierno entraban en nuestra costa.

Recortando unas aletas de buceo, que nos hicieron unas heridas tremendas en los pies, bajamos nuestras primeras olas en el Chivas. Nunca se me olvidará la primera ola que bajé en un corcho en la bocana del puerto del Perelló. 

Acabó el verano y ese otoño cogimos las primeras olas fuera de la época de verano. Nos habían hablado de Cullera y las imágenes de arriba muestran uno de los temporales de septiembre, en el que entramos en los espigones cercanos a la bocana de l'Estany.

Con este jercicio de recordar aquellos momentos uno recupera la esencia y el por qué uno hace lo que hace (cuando se puede y las condiciones del mar nos dejan). Estar cerca del mar, con personas a las que quieres, haciendo deporte y con el reto de querer hacerlo cada vez mejor, tan sencillo como esto.

Cultura de surf en el mediterráneo? Existe

Esto es sólo una historia más entre tantas